Cádiz, agosto de 2014
En un mundo como el de
hoy hasta estaría dispuesto a forzarme por intentar entender, que no
explicar, compartir ni aceptar, determinadas conductas indecentes,
amorales u obscenas. Y lo digo por el san benito economicista ese de
ahorrar pues, si la decencia costara dinero, hasta sería
comprensible la indecencia verbal de ese “León” de Castilla
cuando habla. Y es que “cada uno habla como quien es”,
independientemente que la representación que ostenta le debiera
obligar a que cada palabra, cada acto y cada medida que tome
concuerde con los intereses del pueblo como representante y
responsable público que es. Y al no ser así, para mí es
comprensible la indignación, y a ella me sumo, que generan sus
salidas de tono. Y preveo que no será la última.
Y es que desde que
accedió a la alcaldía en 1995 ya apuntó maneras: se comprometió
un año después a liberar la ciudad de las tres Ps, pulgas, putas y
piojos, que debieran, según él, proliferar por entonces por una
ciudad que había sido gobernada, también por votación de sus
propios vecinos, por el socialista Tomás Rodríguez Bolaños desde
1979-1995.
Y como profesional para
mujeres, como ginecólogo que es, ya hizo sus pinitos con su
adversaria a la alcaldía en 2007, Soraya Rodríguez, con aquel
esperpento de mencionar la posibilidad de ser acusado de “violar a
la candidata”, a lo que añadió, como buen caricato de sí mismo,
y graciosillo que debe considerarse, lo de “aunque la verdad es que
hay que…”.
Y no cejó con las
posibilidades que el zapaterismo, de lo que no lo vamos a acusar,
parece que le brindó con lo de “no creo en las paridades, me
parecen paridas”, o refiriéndose a la ministra de defensa de
entonces, Carmen Chacón, como “señorita Pepis vestida de
soldado”, o su no menos simpática referencia, entiendo que a su
incapacidad por controlar su mente, pues eso de la mente no tiene que
ver nada con los aparatos reproductores y, por tanto, ahí el no debe
llegar, de que “siempre pienso lo mismo pero no lo voy a decir”,
en referencia a la cara y los morritos, según el graciosillo regidor
vallisoletano, al querer describir a la entonces ministra de sanidad,
Leire Pajín, a la que, eso sí, le reconocía preparación,
habilidad y discreción.
Pues sí, amigos, este
mismo León ha vuelto a las andadas, pues aún debe seguir inmerso en
su lucha por limpiar la ciudad de pulgas, putas y piojos cuando, en
días pasados, al referirse a una denuncia por violación no resuelta
vino a decir que “a veces a las seis de la mañana una mujer joven
tiene que cuidar por dónde va” y, para no dejarlo ahí, pues le
parecería poco clara la explicación, terminar previniéndonos a los
hombres sobre las malas intenciones de cualquiera de aquellas que no
deben salir a las seis de la mañana si, a cualquier hora, te
encuentras a una en un ascensor, y deduzco que sin haber abandonado
esa pulsión que deben “tener de buscarnos las vueltas” como
manifiesta nuestro bobalicón alcalde, en la coincidencia en ese
elevador, …”se arranca el sujetador y sale dando gritos de que la
han intentado agredir”. De ahí que mostrara su personal “cierto
reparo” a entrar “depende con quién” en esos provocadores
aparatos para trasladar personas.
No es de extrañar que el
alcalde-bufón de Valladolidad, D. Francisco Javier León de la Riva,
del Partido Popular, ginecólogo de profesión y, por tanto, tocador
de mujeres para más sinrazón, considere que sus mayorías absolutas
le dan para eso y más, le amparan, le bendicen y le condonan todas
sus excelentísimas estupideces machistas mientras no descienda del
45% de los votos que, además, en las últimas elecciones consiguió
incrementar al 50,41% para seguir siendo tan desagradable. Yo
entiendo que ni la democracia más pura tiene esa facultad como así
se lo expresa casi el otro 50% de los ciudadanos vallisoletanos que
seguro se avergüenzan de quien los representa. En fin, pienso que
estas también son las antiguas formas y los viejos personajes que
deberían desaparecer en la nueva política de honestidad y decencia
que los ciudadanos y ciudadanas estamos reclamando.
Mientras tanto, tampoco
estaría mal, y eso sí que sería muy democrático que practicara
este fiero León de Castilla, que esas desbocadas energías también
las utilizara explicando los supuestos casos de corrupción en los
que está imputado como el Caso Zambrana o el de los áticos de
Zorrilla o el del Jefe de Mantenimiento, pues en una de sus últimas
intervenciones, en junio de este mismo año, se negó a responder a
preguntas de periodistas sobre esos asuntos alegando que no forman
parte como tal del programa de su partido. Quizás le hubiera sido
mejor utilizar la pantalla de plasma de su jefe de filas y presidente
del gobierno y no verse en tan incómoda y obligada dación de
cuentas.
Y es que, como decía
Lincoln, hay momentos en la vida de todo político, en que lo mejor
que puede hacer es no despegar los labios, aunque, siempre, y esto lo
aporto yo, tiene la obligación de dar cuenta de sus acciones.
Lo indecoroso de su
actitud en sus responsabilidades es actuar in sensu contrario porque
es obsceno y huele a rancio y, además, desacredita la nobleza fiera
de los félidos.
Y por orientarle una
salida digna, si quisiera ejercer su libertad autoaplicándose la
medida, le recordaría aquello que dijo, para referirse a la
corrupción, de que “en otros países la corrupción la resuelven
con un tiro”.
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