miércoles, 10 de septiembre de 2014

El "León" de Castilla. Por Camilo Buendía

Cádiz, agosto de 2014
En un mundo como el de hoy hasta estaría dispuesto a forzarme por intentar entender, que no explicar, compartir ni aceptar, determinadas conductas indecentes, amorales u obscenas. Y lo digo por el san benito economicista ese de ahorrar pues, si la decencia costara dinero, hasta sería comprensible la indecencia verbal de ese “León” de Castilla cuando habla. Y es que “cada uno habla como quien es”, independientemente que la representación que ostenta le debiera obligar a que cada palabra, cada acto y cada medida que tome concuerde con los intereses del pueblo como representante y responsable público que es. Y al no ser así, para mí es comprensible la indignación, y a ella me sumo, que generan sus salidas de tono. Y preveo que no será la última.
Y es que desde que accedió a la alcaldía en 1995 ya apuntó maneras: se comprometió un año después a liberar la ciudad de las tres Ps, pulgas, putas y piojos, que debieran, según él, proliferar por entonces por una ciudad que había sido gobernada, también por votación de sus propios vecinos, por el socialista Tomás Rodríguez Bolaños desde 1979-1995.
Y como profesional para mujeres, como ginecólogo que es, ya hizo sus pinitos con su adversaria a la alcaldía en 2007, Soraya Rodríguez, con aquel esperpento de mencionar la posibilidad de ser acusado de “violar a la candidata”, a lo que añadió, como buen caricato de sí mismo, y graciosillo que debe considerarse, lo de “aunque la verdad es que hay que…”.
Y no cejó con las posibilidades que el zapaterismo, de lo que no lo vamos a acusar, parece que le brindó con lo de “no creo en las paridades, me parecen paridas”, o refiriéndose a la ministra de defensa de entonces, Carmen Chacón, como “señorita Pepis vestida de soldado”, o su no menos simpática referencia, entiendo que a su incapacidad por controlar su mente, pues eso de la mente no tiene que ver nada con los aparatos reproductores y, por tanto, ahí el no debe llegar, de que “siempre pienso lo mismo pero no lo voy a decir”, en referencia a la cara y los morritos, según el graciosillo regidor vallisoletano, al querer describir a la entonces ministra de sanidad, Leire Pajín, a la que, eso sí, le reconocía preparación, habilidad y discreción.
Pues sí, amigos, este mismo León ha vuelto a las andadas, pues aún debe seguir inmerso en su lucha por limpiar la ciudad de pulgas, putas y piojos cuando, en días pasados, al referirse a una denuncia por violación no resuelta vino a decir que “a veces a las seis de la mañana una mujer joven tiene que cuidar por dónde va” y, para no dejarlo ahí, pues le parecería poco clara la explicación, terminar previniéndonos a los hombres sobre las malas intenciones de cualquiera de aquellas que no deben salir a las seis de la mañana si, a cualquier hora, te encuentras a una en un ascensor, y deduzco que sin haber abandonado esa pulsión que deben “tener de buscarnos las vueltas” como manifiesta nuestro bobalicón alcalde, en la coincidencia en ese elevador, …”se arranca el sujetador y sale dando gritos de que la han intentado agredir”. De ahí que mostrara su personal “cierto reparo” a entrar “depende con quién” en esos provocadores aparatos para trasladar personas.
No es de extrañar que el alcalde-bufón de Valladolidad, D. Francisco Javier León de la Riva, del Partido Popular, ginecólogo de profesión y, por tanto, tocador de mujeres para más sinrazón, considere que sus mayorías absolutas le dan para eso y más, le amparan, le bendicen y le condonan todas sus excelentísimas estupideces machistas mientras no descienda del 45% de los votos que, además, en las últimas elecciones consiguió incrementar al 50,41% para seguir siendo tan desagradable. Yo entiendo que ni la democracia más pura tiene esa facultad como así se lo expresa casi el otro 50% de los ciudadanos vallisoletanos que seguro se avergüenzan de quien los representa. En fin, pienso que estas también son las antiguas formas y los viejos personajes que deberían desaparecer en la nueva política de honestidad y decencia que los ciudadanos y ciudadanas estamos reclamando.
Mientras tanto, tampoco estaría mal, y eso sí que sería muy democrático que practicara este fiero León de Castilla, que esas desbocadas energías también las utilizara explicando los supuestos casos de corrupción en los que está imputado como el Caso Zambrana o el de los áticos de Zorrilla o el del Jefe de Mantenimiento, pues en una de sus últimas intervenciones, en junio de este mismo año, se negó a responder a preguntas de periodistas sobre esos asuntos alegando que no forman parte como tal del programa de su partido. Quizás le hubiera sido mejor utilizar la pantalla de plasma de su jefe de filas y presidente del gobierno y no verse en tan incómoda y obligada dación de cuentas.
Y es que, como decía Lincoln, hay momentos en la vida de todo político, en que lo mejor que puede hacer es no despegar los labios, aunque, siempre, y esto lo aporto yo, tiene la obligación de dar cuenta de sus acciones.
Lo indecoroso de su actitud en sus responsabilidades es actuar in sensu contrario porque es obsceno y huele a rancio y, además, desacredita la nobleza fiera de los félidos.

Y por orientarle una salida digna, si quisiera ejercer su libertad autoaplicándose la medida, le recordaría aquello que dijo, para referirse a la corrupción, de que “en otros países la corrupción la resuelven con un tiro”.

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