miércoles, 15 de octubre de 2014

Contaminados. Por Camilo Buendía.

Octubre de 2014
Al PP en el Gobierno, en su afán por no querer reconocer sus responsabilidades políticas cuando las evidencias demuestran lo contrario, se le suelen atragantar determinados asuntos.
Ya le ocurrió con el Prestige o con la guerra de Irak, o con el propio caso Bárcenas u otra serie de asuntos descontrolados y de su exclusiva responsabilidad y, desde esta semana, también estará en esa lista de mala gestión la del contagio de ébola en Madrid de una enfermera del equipo médico que atendió a un español contagiado y repatriado.
La presencia de la ministra Mato, supongo que vestida de oscuro, en casi riguroso luto, para trasladar una imagen de sobriedad y tristeza, sin contestar absolutamente a nada aunque se le preguntara directamente en la rueda de prensa del pasado 6 de octubre, rodeada de sus altos cargos de sanidad y repartiendo ella el juego como si de un personal-training se tratara para que el esfuerzo lo hicieran otros, no es más que una imagen de desprecio a la transparencia y a las responsabilidades políticas y, si se quiere, a los propios ciudadanos y ciudadanas por la pretendida manipulación que del asunto los medios oficiales hacen.
Resulta que el Gobierno no dudó en repatriar al religioso Manuel García Viejo en una operación, da hoy día la impresión, sin mucho rigor y sobre todo sin seguir disciplinadamente los protocolos al respecto establecidos por la OMS, y, por tanto, más destinada parece a fortalecer una imagen de país, potente y con recursos, recuperado ya de esa crisis económica que atenazaba su potencial, que no deja a sus ciudadanos tirados en ningún lugar del mundo tengan el problema que tengan.
No trato ni mucho menos de criticar ahora la repatriación de un afectado español de ébola, dedicado a los demás con generosidad, merecedor de nuestro reconocimiento como profesional y como persona, por motivos solidarios y humanos como el Gobierno español explicó. Trato de exigir a los gobernantes, en este caso los que están, que las decisiones responsables y solidarias a tomar, surgidas de un Gobierno preocupado por todos sus ciudadanos y ciudadanas, y por supuesto por Manuel García Viejo también, se toman cuando se tienen las garantías máximas que exige esta situación sanitaria para impedir la propagación del ébola en defensa de esos mismos ciudadanos y del control de la enfermedad.
Las voces que entonces denunciaron que no teníamos capacidad ni medios suficientes para atender una situación así fueron silenciadas, y autosilenciadas, por la comprensión solidaria con la decisión de un Gobierno que sin dilación se aprestaba a atender a uno de los suyos.
Los hechos demuestran hoy que los expertos, profesionales y organizaciones sindicales que lo hicieron estaban en lo cierto, y que el esfuerzo no se estaba haciendo en el sentido que había que hacerlo.
¿Si no, cómo se puede explicar que la formación de los profesionales fuese nula o casi nula con un curso de no más de media hora para colocarse el traje de protección?. ¿Si no, cómo se explica que el propio traje no fuera de los que cumplen un nivel mayor de protección, nivel 4, como recomiendan los protocolos internacionales para este tipo de situaciones, y sí de nivel 2?. ¿Si no, cómo puede entenderse que quiénes atienden a un paciente contagiado de una enfermedad tan desconocida y a la vez tan alarmante, con posterioridad a ello sigan en sus turnos normales de trabajo atendiendo cualquier otra situación médica, en sus respectivos puestos, de las que diariamente se atienden en un hospital?. ¿Si no, cómo puede admitirse que no se establezca que esos profesionales expuestos, supuestamente bajo máximos controles, no sigan a pesar de ello, por simple protocolo, el período de control posterior de 21 días durante el que puede manifestarse la enfermedad en caso de contagio, y sí puedan marcharse tranquilamente de vacaciones, como pudo hacer por desinformación e inaplicación de ese mismo protocolo la enfermera actualmente afectada?. ¿Cómo puede ahora el Gobierno y la Sra. Mato despachar simplemente lo ocurrido con que ha podido ocurrir un fallo humano y expresar en una rueda de prensa su desconocimiento absoluto de qué ha podido ocurrir?, ¿se trata entonces de responsabilizar a los profesionales, y en este caso a la propia enfermera afectada, de no haber cumplido alguno de los protocolos, en relación consigo misma, por algún error humano?. Considero que si no hubiera celebrado la Sra. Mato esa rueda de prensa desinformadora, posiblemente hubiera ejercido igual de mal su responsabilidad pero no hubiera inquietado más a la población de lo que ya lo estaba.
Son muchas preguntas las que el Gobierno debe responder para asumir y ejercer su responsabilidad y tranquilizar a una población preocupada e incluso con miedo y garantizar su seguridad sanitaria, y la falta de transparencia y el caos informativo sobre el asunto protagonizado por la ministra y su equipo son reprobables e inaceptables.

Lo primero, lógicamente, garantizar los medios para la recuperación de la afectada, controlar los riesgos de la población con la que haya mantenido contacto y evitar una confusión mayor, dar todas las explicaciones que haya que dar y responder a todas las dudas socialmente ya instaladas, con transparencia, seriedad, rigor y en defensa del interés general y no de sí mismo como Gobierno. A la vez, analizar el papel internacional de nuestro país en esta crisis del ébola respondiendo con apoyo directo a los países afectados en coordinación con las instancias internacionales competentes para contener la propagación y ayudar in situ a la erradicación de la enfermedad. Sería esa una actitud responsable y solidaria y, aunque egoístamente interesada, más eficaz. Nuestra lejanía física del problema por estar en otro continente y nuestra tranquilidad por tener la piel blanca ni son suficientes ni nunca han sido hechos reales que aportaran solución a un problema mundial. Sin olvidar que no es el ébola la mayor causa de mortalidad en Africa, y sí con diferencia la desnutrición infantil, la malaria, el VIH o las continuas guerras locales con motivaciones y causas en muchos casos de intereses económicos occidentales, quizás hubiera sido preferible destinar los costosos recursos económicos de una repatriación a ese solidario fin de atajar in situ el problema, si no se tenía ni la capacidad para curar al sacerdote enfermo, dado lo avanzado de su proceso, ni las garantías suficientes y todos los medios adecuados para poderlo hacer con “prácticamente riesgo nulo” para el resto de la población y la de los propios sanitarios implicados, como manifestó la responsable gubernamental inicialmente. Entonces mintió y eso, y la gestión posterior una vez detectado el primer contagio de ébola en territorio europeo, merecen una también responsable decisión política, la dimisión de la ministra y de los responsables directos de todo el operativo por estar políticamente ya contaminados. Más bien yo diría fulminados políticamente por el ébola.

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