Al PP en el Gobierno, en su afán por no querer reconocer sus responsabilidades
políticas cuando las evidencias demuestran lo contrario, se le suelen
atragantar determinados asuntos.
Ya le ocurrió con el Prestige o con la guerra de Irak, o
con el propio caso Bárcenas u otra serie de asuntos descontrolados y de
su exclusiva responsabilidad y, desde esta semana, también estará en esa lista
de mala gestión la del contagio de ébola
en Madrid de una enfermera del equipo médico que atendió a un español
contagiado y repatriado.
La presencia de la ministra Mato,
supongo que vestida de oscuro, en casi riguroso luto, para trasladar una imagen
de sobriedad y tristeza, sin contestar absolutamente a nada aunque se le
preguntara directamente en la rueda de prensa del pasado 6 de octubre, rodeada
de sus altos cargos de sanidad y repartiendo ella el juego como si de un
personal-training se tratara para que el esfuerzo lo hicieran otros, no es más
que una imagen de desprecio a la transparencia y a las responsabilidades
políticas y, si se quiere, a los propios ciudadanos y ciudadanas por la
pretendida manipulación que del asunto los medios oficiales hacen.
Resulta que el Gobierno no dudó en repatriar al religioso Manuel García
Viejo en una operación, da hoy día la impresión, sin mucho rigor y sobre todo
sin seguir disciplinadamente los protocolos al respecto establecidos por la OMS , y, por tanto, más
destinada parece a fortalecer una imagen de país, potente y con recursos,
recuperado ya de esa crisis económica que atenazaba su potencial, que no deja a
sus ciudadanos tirados en ningún lugar del mundo tengan el problema que tengan.
No trato ni mucho menos de criticar ahora la repatriación de un afectado
español de ébola, dedicado a los demás con generosidad, merecedor de nuestro
reconocimiento como profesional y como persona, por motivos solidarios y
humanos como el Gobierno español explicó. Trato de exigir a los gobernantes, en
este caso los que están, que las decisiones responsables y solidarias a tomar,
surgidas de un Gobierno preocupado por todos sus ciudadanos y ciudadanas, y por
supuesto por Manuel García Viejo también, se toman cuando se tienen las
garantías máximas que exige esta situación sanitaria para impedir la
propagación del ébola en defensa de esos mismos ciudadanos y del control de la
enfermedad.
Las voces que entonces denunciaron que no teníamos capacidad ni medios
suficientes para atender una situación así fueron silenciadas, y
autosilenciadas, por la comprensión solidaria con la decisión de un Gobierno
que sin dilación se aprestaba a atender a uno de los suyos.
Los hechos demuestran hoy que los expertos, profesionales y
organizaciones sindicales que lo hicieron estaban en lo cierto, y que el
esfuerzo no se estaba haciendo en el sentido que había que hacerlo.
¿Si no, cómo se puede explicar que la formación de los profesionales
fuese nula o casi nula con un curso de no más de media hora para colocarse el
traje de protección?. ¿Si no, cómo se explica que el propio traje no fuera de
los que cumplen un nivel mayor de protección, nivel 4, como recomiendan los
protocolos internacionales para este tipo de situaciones, y sí de nivel 2?. ¿Si
no, cómo puede entenderse que quiénes atienden a un paciente contagiado de una
enfermedad tan desconocida y a la vez tan alarmante, con posterioridad a ello
sigan en sus turnos normales de trabajo atendiendo cualquier otra situación
médica, en sus respectivos puestos, de las que diariamente se atienden en un
hospital?. ¿Si no, cómo puede admitirse que no se establezca que esos profesionales
expuestos, supuestamente bajo máximos controles, no sigan a pesar de ello, por
simple protocolo, el período de control posterior de 21 días durante el que
puede manifestarse la enfermedad en caso de contagio, y sí puedan marcharse
tranquilamente de vacaciones, como pudo hacer por desinformación e inaplicación
de ese mismo protocolo la enfermera actualmente afectada?. ¿Cómo puede ahora el
Gobierno y la Sra. Mato
despachar simplemente lo ocurrido con que ha podido ocurrir un fallo humano y
expresar en una rueda de prensa su desconocimiento absoluto de qué ha podido
ocurrir?, ¿se trata entonces de responsabilizar a los profesionales, y en este
caso a la propia enfermera afectada, de no haber cumplido alguno de los
protocolos, en relación consigo misma, por algún error humano?. Considero que
si no hubiera celebrado la Sra. Mato
esa rueda de prensa desinformadora, posiblemente hubiera ejercido igual de mal
su responsabilidad pero no hubiera inquietado más a la población de lo que ya
lo estaba.
Son muchas preguntas las que el Gobierno debe responder para asumir y
ejercer su responsabilidad y tranquilizar a una población preocupada e incluso
con miedo y garantizar su seguridad sanitaria, y la falta de transparencia y el
caos informativo sobre el asunto protagonizado por la ministra y su equipo son
reprobables e inaceptables.
Lo primero, lógicamente, garantizar los medios para la recuperación de
la afectada, controlar los riesgos de la población con la que haya mantenido
contacto y evitar una confusión mayor, dar todas las explicaciones que haya que
dar y responder a todas las dudas socialmente ya instaladas, con transparencia,
seriedad, rigor y en defensa del interés general y no de sí mismo como
Gobierno. A la vez, analizar el papel internacional de nuestro país en esta
crisis del ébola respondiendo con apoyo directo a los países afectados en
coordinación con las instancias internacionales competentes para contener la
propagación y ayudar in situ a la erradicación de la enfermedad. Sería esa una
actitud responsable y solidaria y, aunque egoístamente interesada, más eficaz.
Nuestra lejanía física del problema por estar en otro continente y nuestra
tranquilidad por tener la piel blanca ni son suficientes ni nunca han sido
hechos reales que aportaran solución a un problema mundial. Sin olvidar que no
es el ébola la mayor causa de mortalidad en Africa, y sí con diferencia la
desnutrición infantil, la malaria, el VIH o las continuas guerras locales con
motivaciones y causas en muchos casos de intereses económicos occidentales,
quizás hubiera sido preferible destinar los costosos recursos económicos de una
repatriación a ese solidario fin de atajar in situ el problema, si no se tenía
ni la capacidad para curar al sacerdote enfermo, dado lo avanzado de su proceso,
ni las garantías suficientes y todos los medios adecuados para poderlo hacer
con “prácticamente riesgo nulo” para el resto de la población y la de los
propios sanitarios implicados, como manifestó la responsable gubernamental
inicialmente. Entonces mintió y eso, y la gestión posterior una vez detectado
el primer contagio de ébola en territorio europeo, merecen una también
responsable decisión política, la dimisión de la ministra y de los responsables
directos de todo el operativo por estar políticamente ya contaminados. Más bien
yo diría fulminados políticamente por el ébola.
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