martes, 29 de julio de 2014

Algo que pensar... Por Camilo Buendía

Cádiz. Julio de 2014.- Vivimos unos momentos históricos que, por diferentes con otros, nos hacen pensar y admitir con demasiada ligereza que vivimos una época en la que se están produciendo unos cambios en todos los ámbitos de nuestra vida, y de tal transcendencia, como nunca antes había ocurrido.
Ese arquetipo homocéntrico debiéramos relativizarlo para poder entender mejor nuestros momentos, aprendiendo del pasado en todo aquello que es posible y utilizar todo aquello útil que nos puede suministrar a través de su conocimiento, para recomponer y afianzar este volátil momento actual con principios y convicciones que, aunque tengan que cambiar y adaptarse lógicamente a los nuevos tiempos, no han de ser obviados, modificados ni desechados sin  más. Sería un error a mi entender.
Es decir, afianzar los principios, muchos de ellos del pasado,  para abordar soluciones a los problemas del presente y poder generar un mejor futuro.

 Por tanto, no somos, ni hoy ni nunca, el único centro de la naturaleza como pensamos ni el más importante en el devenir de los tiempos. Sí es cierto que vivimos nuestros momentos como únicos e importantísimos para nosotros, pero eso no nos debe impedir ver que las nuevas respuestas han de responder a los principios que siempre hemos defendido y mantenido en el tiempo como ejes de nuestro discurso y, apoyándonos en ellos y en las respuestas que con anterioridad hayan podido ser útiles y eficaces a problemas similares o con el mismo origen, adecuarlas con esa coherencia ideológica a los nuevos retos del presente. Esa es a mi entender nuestra responsabilidad para estos nuevos tiempos y para salir de este impasse en el que nos encontramos con suficiente solidez ideológica. Una fuerza que nos permita ser útiles a los ciudadanos y ciudadanas de nuestro tiempo para aportar así una mejor situación a las de los tiempos venideros y evitar el riesgo de desaparecer absorbidos por las nuevas tendencias ideológicas dominantes o permanecer en el tiempo en la irrelevancia política.
Sí es cierto que hay un elemento diferente en nuestro tiempo presente que es la velocidad con la que se pueden producir esos cambios habida cuenta de la velocidad con la que la información se genera y se mueve, casi en tiempo real, proceda de la parte del mundo que sea. Ello, que es positivo en su esencia, hace difícil también que podamos ser capaces de dominarlo todo y de responder adecuadamente a todo por lo que, desde mi criterio, se hace más razonable aun contar con unas líneas claras, debatidas y escritas y otras suficientemente interiorizadas, que son nuestros principios, que nos deben orientar y servirnos de guía para no salirnos de ellas y, de esta manera, conseguir que nuestras respuestas respondan a un continuum coherente y no a la improvisación.

Por consiguiente, este perogrullesco pero no menos necesario razonamiento en los tiempos que corren me lleva a proponer que debemos volver nuestras miradas a los principios de libertad, igualdad y justicia que son los que deben orientar nuestra práctica política. Democracia, más democracia y mantenimiento del estado del bienestar han de ser nuestros grandes objetivos en nuestras políticas.
Por todo ello y para ello, como socialista moderno y socialdemócrata sin complejos, considero necesario adecuar nuestras respuestas políticas siempre a esos principios y objetivos y, por tanto, trasladarles a nuestros ciudadanos y ciudadanas propuestas concretas que respondan a esa visión política y social.
Dados los tiempos que corren, además de debatir y aportar planteamientos económicos, culturales, medioambientales, educativos, sanitarios, de empleo, sociales, de justicia, territoriales, etc, coherentes y acordes a esas premisas ideológicas, entiendo que es necesario y útil comenzar por defender y practicar el valor de la política como instrumento de transformación social al servicio de lo público, del interés general y, en definitiva, de las personas.
Decirlo, sólo, que puede ser fácil, no va servir, habida cuenta del descrédito de la misma, del alejamiento de los/as ciudadanos de ella y de la falta de credibilidad acumulada que arrastran los partidos políticos, instrumentos que canalizan nuestra representación. Considero que estas consecuencias, en la mayoría de los casos, han sido ganadas a pulso por malas praxis políticas en algunos casos. Decirlo, simplemente,  podría ser entendido hasta como demagógico y burlesco. Por tanto, habrá que demostrarlo, definiéndolo, diciéndolo, proponiéndolo y practicándolo para así empezar a conseguir atraer de nuevo a tantas y tantos ciudadanos/as desencantados/as con una práctica política hoy día rechazada e incorporar a más y más personas a esta tarea de todos.
Si estamos convencidos de ello, ¿por qué no, como socialistas y socialdemócratas sin complejos, no establecemos como principio general que en nuestras propuestas de regeneración política vamos a introducir medidas que acerquen cada vez más al representante público al ciudadano orientadas a que este se parezca más a aquel y aquel pueda sentirse cada vez más identificado con este?. Entiendo que como personas de progreso y de izquierda sería de sentido común.
Si estamos convencidos de ello, ¿por qué no racionalizar situaciones que por lo general el ciudadano no entiende ni comparte cuando las conoce, en muchos casos ocultas y conocidas sólo por quiénes las disfrutan, revisando las mismas y suprimiendo aquellas que puedan asemejarse a privilegios y prebendas?, ¿miedo a que alejaría de la política los talentos que deseamos que se incorporen a ella con un fin de servicio público dignamente retribuido?. Por mi parte lo considero necesario y, además, pienso que quien se alejara de planteamientos de racionalización de lo público para una mejor utilización de los recursos públicos en pro del interés general bien alejado estaría, y eso sí aportaría desde ese momento dignidad y ejemplaridad y, seguro, también a los comportamientos de quienes se incorporaran porque los compartirían.
Por tanto, me parece imprescindible plantearse asuntos que en estos momentos me parecen fundamentales para los problemas de credibilidad y desafección que arrastramos, y sólo a modo de ejemplo y de reflexión enuncio algunos:
1.- ¿Limitación de mandatos?. Sí, y a todos los ámbitos de la representación orgánica e institucional. En sí mismo airearía el sistema.
2.- Revisión de los aforamientos. Sí, para defender a quienes tienen que ejercer su libertad democrática de libre opinión sin limitaciones en el ejercicio de su representación popular y no para otros puestos que aunque de responsabilidad no precisan del mismo tratamiento y, sobre todo, nunca para situaciones privadas y/o particulares.
3.- Un hombre un cargo orgánico e institucional. Sí. Sin limitaciones ni excepciones.
4.- Obtención de derechos pasivos: igual que cualquier ciudadano. Verbigracia: no es comprensible que los/as diputados/as obtengan un complemento del Congreso a su pensión, hasta elevarla a la  pensión máxima, por haber estado 7 años en el puesto y un ciudadano precisa 35 años mínimos para obtener el mismo derecho. No es comprensible ni admisible tal diferencia.
5.- Racionalización de sueldos públicos. Los partidos han de establecer unos límites razonables a los sueldos en el ejercicio de las responsabilidades públicas, con unos mínimos y unos máximos, legislándolo con amplios acuerdos si es posible y si no se alcanza el mismo por propios desacuerdos partidarios o ideológicos, han de ser los de izquierda, ejemplarizando socialmente, quienes han de aplicarlos a sus cargos públicos.
6.- Clarificación de las incompatibilidades de los cargos públicos mientras lo son y cuando dejan de serlo, evitando las famosas y escandalosas puertas giratorias con unos criterios racionalizados. Por ejemplo: si por el cargo ostentado se va a limitar ejercer en determinados ámbitos, igual hay que compensar a quien se limita; si va a ser temporal, si va a ser permanente. Son realidades a analizar. Obviamente se trata no sólo de impedir el posible abuso por la posición pública ostentada, también ha de tratarse de que el ejercicio de esa función pública no suponga un estigma para toda la vida profesional de esa persona.
7.- Transparencia total en todas las decisiones políticas, con la obligación de publicar absolutamente todos los acuerdos y decisiones de forma amplia y accesible a todos los/as ciudadanos/as a través de sedes electrónicas propias: ordenación del territorio y asuntos de urbanismo, contrataciones de personal y de servicios, seguridad, salud, etc.
8.- Racionalización y/o eliminación de las indemnizaciones por cese de actividad (pública evidentemente). No es posible entender, si no existe un convincente y transparente  argumentario que tras el desarrollo de un período de responsabilidad en alta dirección pública se tenga derecho a proporcionales períodos remunerados (¿similitud a un desempleo al que no se tiene derecho como alto cargo?, ¿liquidación no acorde a ley?, ¿indemnización indiferido como diría aquella?, ¿compensación por posibles limitaciones o incompatibilidades al ejercicio libre de la profesión del cargo público que finaliza?...). Obviamente parece razonable, cuanto menos, que hay que pensarlo y decirlo con claridad.
9.- En desplazamientos y hospedajes se utilizarán los que se entiendan como un nivel medio de prestaciones, evitándose hoteles de cinco estrellas y desplazamiento bussines. Es decir, racionalizar aquello que no pagan los cargos públicos cuando tienen derecho a ello y que, al no pagarlo cada uno de su bolsillo puede resultar fácil olvidarse de lo que cuesta. No se trata de impedirlos sino de usarlos bien y, por supuesto, han de quedar expresamente prohibidos para aquellos que, en el ejercicio de sus responsabilidades ya cuenten con una compensación que haga incompatible el uso de otra prestación. Verbigracia y me explico: si se tiene concedida una compensación para una vivienda por alto cargo distinta a la particular, no es posible que, además, se tenga disponibilidad de un vehículo y conductor para llevarte a “tu” casa si la casa tuya ha pasado a estar en la misma ciudad en la que desempeñas tus funciones y por ello se te compensa económicamente con un alquiler.
10.- Renuncia expresa a dobles pagos en cualquier sentido. Y no estoy pensando en sobres “B” tipo Bárcenas, que eso resulta escandaloso y delictivo, sino sencillamente en que un puesto un sueldo, aunque tengan que desempañarse funciones por ello en diferentes ámbitos u organismos a los que obviamente se servirá sin remuneración alguna.

Son sólo algunos ejemplos sobre los que merece la pena pensar. Debate público y responsable y análisis de la coherencia de las ideologías y las prácticas de los diferentes partidos al respecto. Lo que sí parece claro es que la ciudadanía reclama gestos y comportamientos éticos y ejemplificadores para volver a la política y estos, y muchos que ustedes tendrán, además, en tiempo de crisis, no cuestan dinero.

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