miércoles, 24 de septiembre de 2014

Mercado Politico II. Por Camilo Buendía

Cádiz, septiembre de 2014
Sigo defendiendo y reflexionando sobre una opción reformista para salir de esta crisis política, social, institucional y económica. Reformas en muchos ámbitos que yo denomino en positivo, no en ese perfil negativo al que asocio, en estos últimos años, ese término de reformar cada vez que se habla de que hay que continuar haciendo reformas, pues todas no son positivas ni buscan, desde mi criterio, el bien común, el interés general. Es ahí donde una vez más apelo a la POLITICA, a la nueva política que ha de aportar, y se puede, soluciones a los grandes problemas de nuestro tiempo. Una nueva actitud política de los políticos y de la propia sociedad, de los ciudadanos y ciudadanas, a las necesarias tareas de recomposición de un sistema en crisis, de un sistema viciado, de un sistema que hemos construido entre todos y, por tanto, que debemos volver a hacer entre todos. Y parto de la consideración de que no todo es regulable, no todo puede estar en una norma y sí que hay mucho de actitud, de principios, de valores, de educación, de pedagogía política, de ejemplo político, en ese nuevo tiempo político que necesitamos. 
Hemos dicho en muchas ocasiones, y lo considero bastante acertado, que los políticos, la política, no son más que el reflejo de la propia sociedad. Considero que es así y, a su vez, estimo que esa interrelación ha alimentado lo bueno y lo malo del sistema. Por ello, no estaría de más aprender también del análisis de nuestros propios errores como sociedad para construir un nuevo marco en las relaciones sociales, en las relaciones políticas, que ayude y de luz al problema. Porque desde  mi criterio, los errores no sólo son o han sido de los políticos, sino también los hay de la sociedad en su conjunto. También de ahí deberíamos aprender para mejorar.
Fue una sociedad deseosa de libertad, de igualdad y de justicia, a comienzos de la democracia, la que elevó y dio el protagonismo a políticos motivados, interesados en mejorar su sociedad, y preocupados por mejorar el futuro de sus ciudadanos y ciudadanas con esfuerzos, convicciones, sacrificios, dedicación, generosidad, y con gran desapego a lo material.
Es una sociedad harta de malas prácticas, de conductas desviadas de destacados  representantes públicos, ahíta de casos de corrupción en todas las siglas políticas, decepcionada por la falta de soluciones colectivas a los grandes problemas sociales de nuestro tiempo, a la que cada vez se escucha menos y se menosprecia la representación de sus colectivos organizados, la que ha decidido que ya está bien, que ya BASTA.
Aquel deseo colectivo de los comienzos de la democracia lo oyeron e interpretaron perfectamente, a mi entender, los actores políticos. Los ciudadanos y ciudadanas tenían interés en escucharlos y acudían masivamente a los actos políticos. A todos. Querían conocer las propuestas de todos los partidos políticos a la nueva sociedad por construir, en libertad. Se opinaba, se participaba, se colaboraba, se proponían alternativas… había inquietud e ilusión.
Los políticos bajaban al terreno, querían conocer a la ciudadanía, a esos que iban a representar, querían tener el pulso de la sociedad. Se visitaban los pueblos, se mantenían reuniones, se hacían actos públicos, se les preguntaba y contestaban… había ganas, interés y deseos de cambiar las cosas.
Ambos coincidían en la necesidad de articular una sociedad que había permanecido durante muchos años sin poder opinar. Se trataba de vertebrar la sociedad. Los partidos políticos y los sindicatos, sobre todo los que tenían un mayor deseo de cambio social, los de izquierda, ayudaban a ese cambio y a la participación colaborando y fomentando la creación de asociaciones culturales, vecinales, y sociales. Se creaban consejos municipales, provinciales y autonómicos en los que se oían los intereses de cada cual, que podían ser expresados directamente. Había corriente y nervio en esas relaciones. Había exigencias, había acuerdos, había compromisos. Había POLITICA.
Entre ambas situaciones se han producido muchas cosas. Se han producido avances sociales y económicos y la sociedad ha progresado. Nos hemos modernizado y hemos satisfecho muchas de aquellas necesidades que teníamos inicialmente. Hemos creado unos entramados institucionales que dieran respuesta a nuestra convivencia con un alto, a mi parecer, nivel de acierto en la mayoría de las ocasiones.
Y también se han producido errores que, en ocasiones, han pasado sin ser valorados y/o, en su caso, juzgados por el sistema, o por la propia sociedad. Ahora sí, ahora se arroja tinta en todo.
A su vez, durante esos años la sociedad se ha hecho más compleja y la tecnificación y especialización de muchas decisiones nos ha llevado a trasladarlas al terreno del pragmatismo, del técnico, del profesional. El político ha modificado su discurso de objetivos y compromisos por el de eufemismos en un lenguaje ininteligible para la mayoría de los ciudadanos. Ha dejado de bajar al terreno y reunirse con la gente. Ya no toma el pulso porque no tiene tampoco todo el control sobre lo que puede decidir.
A su vez, los ciudadanos les hemos hecho pensar que sí, que pueden decidirlo todo sin contar con nadie más y sin respeto a las normas: “mi caso no es igual que los demás”; “si quieres puedes hacerlo aunque me digas que no, y tu lo sabes”, “si ellos quieren lo podrían hacer”, ante alguna petición personal o corporativa. Se han ido generando múltiples intereses corporativos en la propia sociedad que no se están dispuestos a dejar y se presiona para mantenerlos. Hemos sido capaces de convencer a los políticos, y se lo han creído porque querían y les interesaba, de que podían y debían darnos todo lo que pedíamos y por lo que presionábamos, eso sí pagando menos impuestos, y han actuado sin contrapesos, sin controles, como dueños de lo público. Se han corporativizado y se han ido fabricando sus propias reglas para sí. ¡El voto es tan necesario para continuar!. Se han terminado profesionalizando y no quieren dejar el puesto. En ese momento se hace imprescindible mantenerse, y se pierden los objetivos y los principios, para ganar elecciones exclusivamente. Se han relajado los controles y se campea cual cacique cada uno en su territorio. Da igual un pueblo que una diputación que una comunidad autónoma o el gobierno. Estorban hasta aquellas asociaciones para vertebrar de las que, también, ningún líder se mueve. Si para los ciudadanos podían ser explicables determinadas actitudes en determinadas siglas políticas, no lo son, en absoluto, asumibles en otras. Hemos diferenciado nuestras exigencias como ciudadanos, son diferentes, en función de qué partidos se trate. Mientras más alto se está más adláteres se necesitan para sostenerse y no caer. El interés general ahí se reduce a la mínima expresión. Son situaciones sociales, pensamientos que se retroalimentan. Por ejemplo, políticos imputados por corrupción o de actitudes poco democráticas que ganan y ganan elecciones democráticas y consideran que sus “culpas” están expiadas por el voto popular. Hacen lo que quieren, y gastan lo que quieren, sin tener que dar cuenta de sus acciones, con proyectos en algunos casos o innecesarios o supérfluos. Ciudadanos que los votan, y siguen votando, y que procuran seguir exprimiendo ese fácil diálogo y de lo mío qué si quieres que te siga votando, y que también desaparecen como si nunca lo hubieran hecho el día que, por suerte, aunque siempre tarde, algún juez valiente juzga al político y se descubren las vergüenzas sostenidas democráticamente por los ciudadanos.
Si todo estalla, como parece haber estallado, nadie se lo explica, nadie lo asume, nadie lo quiere ver, “todos son responsables menos yo”, y trasladamos las responsabilidades fuera. Si no, piensen en ese empresario no modelo que se queja de lo mucho que paga, de lo que roban los políticos, de lo mal que está la empresa y de que tiene que despedir trabajadores, y es muy caro, a pesar de que no admitirá nunca que estuvo hablando personalmente con un político para un contrato público, que ofreció algún favor a cambio, tiene casa en la playa, finca en el monte y sus hijos estudian en New York, y no tiene nada o poco a su nombre y sí 10 trabajadores sin asegurar. Ah, y puede estar también sin ningún complejo en la directiva de los empresarios de su sector.
O bien ese ciudadano no modelo que insiste en el bar en la mancha de sinvergüenzas que hay y que roban y que había que borrarlos a todos del mapa, metiendo a funcionarios y políticos, a todos, aunque puede que esté prejubilado, de un Banco por ejemplo que le dio el préstamo para su vivienda a interés casi 0% entonces, desde los 50 con el sueldo completo y cotizando hasta los 65, tiene un hijo médico que trabaja en el SAS y uno ingeniero que se ha tenido que marchar a Alemania y sí, también uno en paro. Estudiaron con beca. Preside además la asociación de vecinos desde hace ocho años, porque es el único que tiene tiempo en el barrio, y está luchando para que en el mismo construyan un pabellón ya que el más cercano está a quince minutos. Ah, y por supuesto que le quiten los contenedores esos que tanto apestan para recoger la basura aunque el la suele dejar a las once cuando sale a dar un paseo por la mañana. Llegó a ser concejal pero lo dejó porque no lo liberaron.
O aquel que dejó de votar a ZP por el famoso cheque-bebé, porque nunca aceptó con buen criterio que eso debiera darse así, a todo el mundo, tras el cabreo que pilló de que lo quitaran un mes antes de que naciera su hijo, aunque sea del Opus, tuviera ya ocho y una nómina de 30000 euros al mes, porque el si lo merecía.
O…, o..., o…, o…, o… : “¿y de mi paga qué si todo el mundo tiene, hasta el que no la necesita?”.
Sí, lo sé, son situaciones forzadas, ejemplos manipulados y manoseados aunque no dejan de estar ahí, porque existen otros muchos y los contrarios. Porque también existen a quienes hemos dejado en la cuneta, que no han tenido ayudas para poder avanzar y desarrollarse, que no han contactado por su origen social con ese otro nivel que permite vivir de otra forma, un poco mejor, sin tener demasiado en cuenta qué le pasa a los demás; que no encuentran trabajo; que están indefinidamente en una lista de espera con una enfermedad a la que no le encuentran solución; que tienen que dejar de estudiar porque la reducida beca impide que se vaya a la universidad aunque fuera buen estudiante; que ha sido lanzado de su vivienda por el Banco por no poder pagar la hipoteca; o aquel que se ha empobrecido porque ha tenido que dejar de trabajar para atender la dependencia de su madre porque no se la reconocen, etc, etc, etc. Pero qué más da. Hemos conseguido aislarnos de tal forma que no queremos participar de los problemas ajenos, o de los problemas comunes. El mío sí y que cada uno arree.

Ahora que todo ha estallado y nos hemos ido al diván, no es más que porque mucho de todo eso existía y no lo vimos o no lo quisimos ver. Ahora, ya, menos aun. Lo negamos todo y culpamos a los demás, y pienso que de ello también debemos aprender. Connivencia social e hipocresía política no deberían acompañarnos en la nueva andadura.
Defiendo mucho, y no cejaré en ello, lo que se ha hecho y se ha conseguido durante todos estos años de democracia y de descentralización, que eso nadie lo puede negar aunque la tendencia actual también sea, en muchos casos interesadamente, ideológicamente interesada, hacerlo desaparecer, y apelo a la necesidad de corregir todos los defectos y vicios generados por unas interrelaciones que también desde la sociedad se han permitido y tolerado y, para ello, seguirá siendo necesaria la POLITICA. Una política de valores, de principios, de esfuerzo y de honestidad, con unas nuevas normas y unas nuevas reglas del juego que han de ser interiorizadas y respetadas por todos, regulando todo aquello que se pueda regular, sobre todo los controles y las sanciones a las conductas desviadas, restableciendo el servicio público y el interés general de todos, generando principios de solidaridad entre personas y territorios para una cohesión social, regenerando las estructuras políticas de los partidos y aireando con limitación de mandatos las instituciones, con trasparencia y procedimientos cada vez más democráticos… Entiendo que eso, que habrá que aprender y enseñarnos entre todos de nuevo, con educación, ética y pedagogía, y conformarlo con nuevos acuerdos para un nuevo tiempo, es lo que quiere y requiere esta nueva sociedad para salir del diván, y es lo que muchos ciudadanos ya, y nuevas estructuras sociales y políticas están demandando. Han dicho BASTA.

¿Habrán entendido los actores políticos, gobierno y oposición, comunidades autónomas, diputaciones y ayuntamientos, partidos políticos en definitiva, ese mensaje, ese clamor social de estos momentos, para poder seguir afirmando que los políticos, nuestros políticos, no son más que el reflejo de la sociedad?

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