La crisis
política, social, institucional y económica que
sufrimos día tras día no cesa. No descansa en ese afán de darle la vuelta a una
situación para, mediante esas supuestas “reformas” (contrarreformas al modelo
del denostado ya Estado del bienestar), generar ese nuevo modelo de
convivencia menos social, menos justo y menos igualitario, en el que el papel
del estado se limite a garantizar la libertad de mercado para que cada
uno asuma su responsabilidad sobre sí mismo y viva, o sobreviva según el caso,
con sus propios medios y recursos, culpabilizado quien la sufra hasta de su
propia pobreza o desempleo por su
incapacidad para resolver esa situación, o admirado y puesto como modelo quien
haya conseguido situarse en la cúspide de la pirámide social por sus éxitos. Un
modelo social que prima lo individual frente a lo colectivo, que olvida las corresponsabilidades
sociales y reniega de la solidaridad. La cohesión social se
circunscribe a mí, a mi grupo, a mi barrio, a mi entorno.
Es en último
término la negación de la política, el abandono de los intereses
comunes, del bienestar de la mayoría, de los intereses generales. En
definitiva, la victoria de la ideología neoliberal y el fracaso de la
POLITICA. Esa que hay que recuperar y que debemos exigir y exigirnos.
La compleja
situación catalana no es más que el final de lo mismo. Se trata de la
utilización y manipulación de los sentimientos identitarios para
justificar que se les roba dicen los nacionalistas, escondiendo la mala gestión
durante años de sus propios gobiernos, con el simplista argumento de que con
nuestros propios recursos viviríamos mejor. Ante ese envite, durante años
preparado por ese añejo ya nacionalismo de trinchera, la incapacidad
política del gobierno y del propio presidente Rajoy, parapetado en las
leyes, nos ha situado en un escenario verdaderamente complicado. La “victoria”
legal está garantizada porque la ley asiste, pero se puede perder la social y
política con un auge aun mayor a posteriori del nacionalismo independentista y
una situación aún más compleja de gestionar por la ausencia de POLITICA. Una
vez más la política.
El escenario
general, no sólo por la aparición de la cosa catalana, no es halagüeño. Las
tendencias políticas en competición, lógicamente deseosas de obtener réditos
políticos en las próximas confrontaciones electorales (las elecciones
autonómicas y municipales), las baronías autonómicas y aquella, la
municipal, que siempre se ha dicho que antecede a la consecución del poder
estatal, están en sus propias cuitas.
Sin embargo, la
inevitable llegada de los procesos electorales, también denostados
aunque necesarios en democracia y, por supuesto, siempre reclamados en su
ausencia, no pueden dificultar las soluciones a los problemas. La
política, la política democrática, ha de aportar soluciones a los problemas de
la sociedad en cada momento y no nuevos problemas. Y no es eso tampoco lo que
se percibe en el horizonte.
Si el Gobierno
pretende jugar la baza de la mejoría de la situación económica (recuerden el
anuncio de Rajoy de que la recuperación económica ha llegado para quedarse,
sobre el que sustenta su discurso actual aunque no haya llegado en absoluto a
las casas de muchos ciudadanos empobrecidos y mermados de derechos), a la vez
que estimula su perfil nacionalista español para recuperar a los
potenciales y angustiados españoles que aunque desencantados con el, más lo
están con la situación de Cataluña, estaremos ante un inmovilismo, y una
ausencia de visión y discurso político para resolver políticamente los
problemas, sin parangón.
Si las fuerzas de
la izquierda clásica y tradicional se autoproponen una unión imposible con el
único objetivo de eliminar definitivamente este sistema que consideran
demonizado, con propuestas irrealizables y sin apoyos globales para mantener
esa apuesta en un contexto internacionalizado, estaremos en un brindis al
sol con un centrifugado de conciencias individuales que,
posteriormente, una vez despeñados, siempre seguirán viviendo bien en este
prostituido e irrespirable ambiente político como hasta ahora lo han hecho.
Si la opción es la
alternativa de izquierda reformadora socialdemócrata, en crisis
ideológica permanente ante el acoso de la izquierda clásica y tradicional, la
evidencia de sus propios errores, la atracción de las políticas neoliberales y
su incapacidad para proponer alternativas, estaremos ante una ausencia de
alternativa abocada a la irrelevancia política si no reconstruye sus
planteamientos, da ejemplo de decencia política y abandona las indefiniciones
con propuestas diferenciadas y claras de una alternativa posible y mejor que
la que tenemos .
Si la opción es la
fuerza política emergente, y hay que nombrar irremisiblemente a PODEMOS,
con inexistentes planteamientos y compromisos pero sí con una denuncia
permanente de los problemas reales, con una buena musiquilla pregrabada que
gusta a la ciudadanía, pero sin herramientas ni instrumentos para tocar esa
música en directo como una orquesta, estaremos ante una ilusión óptica
que nos arrastrará al agnosticismo político definitivo y a la frustración
mental.
Se hacen necesarias
alternativas sólidas y reales que respondan con políticas a la realidad
existente y esas son las que los ciudadanos y ciudadanas debemos exigir para
que la política y los políticos resuelvan los problemas desde la democracia y
el compromiso, con propuestas concretas y realizables, con compromisos tasados
y exigibles, con ejemplos de conducta y de trabajo por la sociedad, con
propuestas de reforma claras de la ley electoral y de la propia Constitución,
con actitudes transparentes y regeneradoras por la ilusión del valor y la
utilidad de la política.
El tacticismo
político instalado en todas las fuerzas políticas ante los tam tam
electorales, el miedo de algunos a perder los privilegios inmediatos y
la incapacidad de muchos para mirar a largo plazo y en futuro por la
sociedad en general, amén de las inquinas instaladas y pendientes de cobro
entre otros, dificultan una salida POLITICA a las necesidades políticas del
momento. Es inevitable reconocer la ausencia de personalidades y líderes
capaces de abordar esa ingente tarea de liderar la sociedad en su
conjunto en estos momentos, por lo que se hace necesario que la propia sociedad
sea la que lidere el proceso inicialmente, como en otras ocasiones, mantenga la
presión social para que las respuestas de los responsables políticos existentes
sean acordes a las demandas ciudadanas que se están expresando y rehagan sus
discursos, sus propuestas y sus comportamientos. La desobediencia a unas
exigencias de una ciudadanía organizada y con las ideas claras puede tener
fuertes costes electorales. Las autonómicas y municipales, sin olvidar las
dificultades específicas de la política local, podrían ser un buen momento para
ello. Un poder local organizado siempre será imparable.
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