Llegaron las encuestas y con estas las percepciones que los ciudadanos tienen de los políticos y de la política. Se manifestó la España en paro, la de los preferentistas, la de los pensionistas, la de los desahucios bancarios, la de los funcionarios víctimas de los recortes o de aquellos que ni tan siquiera cobran, por la pésima gestión de sus gestores, afortunadamente ha sido una muestra, esperen que se manifieste el resto del paño.
Se manifestaron los ciudadanos, que siguen
pagando los mismos impuestos percibiendo peores servicios, se manifestaron respecto del
poder político, sobre la gestión de lo público. Opiniones nada gratificantes,
pues a mi modesto entender, apuestan a la desesperada, por una formación
política de dudosa capacidad para gestionar la realidad, de inconsistencia orgánica
e ideológica, de falta de experiencia y
de una nula visión, para enfrentarse con los problemas que aquejan a nuestra
sociedad hoy. Pero lo más llamativo, en estas encuestas sale mal parada Andalucía,
mejor dicho los dirigentes andaluces. Que
por cierto, hace tan solo unos días, fecha del Congreso de los socialistas, se
convertían en los garantes del conclave nacional, pero para sorpresa de muchos
de los suyos, y no de muchos ciudadanos, las expectativas parecen desinflarse,
después de tantas fotografías con los del Ibex-35 y con esa
pretensión católico-populista de la Presidenta de explicarle al Papa lo del
desempleo. Se termino el Roció, la Semana Santa de los legionarios, las ofrendas florales, la España cañí, y se manifestó y
dio la cara la España de Machado y la
Andalucía de Miguel Hernández.
Ahora
hay que trabajar, hay que decir que se quiere hacer con un territorio de las
dimensiones del andaluz, con más de ocho millones de habitantes, con su
economía, con su tasa de paro, con su tejido productivo, con una Administración
bajo mínimo y sobre todo, con una sociedad civil sin articulación, y con un
proyecto político, el que soporta a la mayoría del Gobierno, el proyecto
político que esperan los españoles y andaluces, y que estos perciben agotado, a
través de los servicios del Estado del Bienestar, la sanidad, la educación, las
pensiones. Qué hay de lo nuestro, dirán los ciudadanos, tanto Congreso, tanta
renovación, tanta foto, y tan pocos titulares que aporten luz al futuro de una
sociedad, cada vez más descapitalizada, social y económicamente; con sus jóvenes
formados y emigrados, con los ahorros de la clase media y de los mayores,
consumidos en la pira de la supervivencia, mientras, el capital andaluz, los
empresarios andaluces, esperan signos de interlocución, de que alguien les
explique cómo se sale de la crisis, cómo progresará Andalucía, cómo se recuperará
esta economía, antes de que tengamos todos que recurrir y montar un chiringuito
de playa o un chiringuito de formación.
Tampoco los empresarios quieren cambiar a estas alturas de nombre, para que se
les haga caso, aunque suene bien eso de “emprendedor”. Los empresarios quieren
invertir en esta Región, a pesar de los bancos, y para eso, necesitan saber que
quieren hacer con la economía los poderes públicos, a demás de intervenirla y
monopolizarla, y sobre todo, quieren actuar, sin que nadie les pueda reprochar
que ganen dinero, esto es, que obtengan
beneficios, o que se presenten a las elecciones cuando se discuten decisiones
de los poderes públicos, pues en las “democracias representativas” los
ciudadanos tienen obligaciones, pero muchos derechos, sobre todo, saber y
participar de las decisiones que toman los dirigentes que son elegidos, a
través de distintos medios. Por cierto, dinero, dinero, quien lo ganan, son los que se
dedican a la “formación” y no a la “Educación”.
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