Cádiz, Agosto de 2014
Las encuestas de opinión no son más que el reflejo puntual y momentáneo
de la opinión ciudadana sobre las materias consultadas en ese momento
determinado, por supuesto, condicionadas por el contexto en el cual se
realizan, mediante técnicas estadísticas para el muestreo y para el análisis y
validación de los resultados. Así entendidas, en la puridad de su técnica y
elaboración, no pueden ser extrapolables a otros contextos y otros momentos
pero sí, casi todos en esto coinciden, marcan tendencias.
Las encuestas de estimación de voto sirven a los partidos políticos que
las realizan y a los gobiernos que las encargan para conocer las expectativas
propias, y de sus adversarios, y la valoración de sus líderes, de cara a una
confrontación electoral que se desarrollara en ese momento, y poder marcar
nuevos caminos y corregir la orientación de los anteriormente tomados, o
reafirmarse en los mismos, en función de la opinión que del estudio se
extraiga.
Por tanto, la interpretación de los datos y la posible relativización o
validación de los mismos dependerá mucho, según observamos en el gran teatro
político, de si opina quien la encarga u otro que no esté en la cocina (lo que
se suele atribuir a quien trabajó con los datos en la sombra), y de los resultados
que le infiera el estudio, si son buenos o malos y se gobierna, e igualmente si
se está en la oposición. Con ello se intenta por parte de todos los actores
políticos, cuando les toca a cada uno, trasladar a la opinión pública, con el
ánimo de influir en ella, un escenario subjetivo que avale los resultados si
son buenos y la ha hecho otro que pueda resultar fiable, negarlos con la
acusación de estar cocinados si no son favorables a sus criterios o refuerza
excesivamente al adversario, relajar la euforia relativizándolos para no
desinflar la tendencia positiva que aparece cuando son excesivamente favorables
a las tesis de quien los encarga, o bien darlos por fiabilísimos si son malos
para tu adversario y además no los has encargado tu mismo.
Es decir, el escenario de subjetividades es amplio y depende del papel
que el interpretador tenga asignado en el teatro político: “no son mas que
encuestas”; “la verdadera encuesta es la de la cita electoral cuando votan los
ciudadanos/as”; “da la razón a nuestras tesis y demuestra lo que decimos”;
“está cocinada y no responde a la realidad”... Cada uno de nosotros asignemos
esas frases a nuestros actores políticos en función de dónde los situemos en
cada momento, en el gobierno o en la oposición y de un signo u otro.
Lo que sí es cierto, sin ser un gran seguidor de las encuestas, y por
la coincidencia que parece haber en todos aquellos que se mueven en ese
mundillo independientemente de la interpretación, es que si están bien hechas
en función de la muestra tomada y del margen de error admitido, de la ficha
técnica de la misma, es que marcan tendencias, y en ocasiones esas tendencias,
si no se toman decisiones (suponiendo que se encarguen para ello y no para
confundir), son imparables y continúan.
Los resultados del último estudio dado a conocer en el Estudio General
de Opinión Pública de Andalucía (Egopa), realizado por el Centro de Análisis y
Documentación Política y Electoral de la Universidad de Granada (Capdea) a
finales del mes de julio, se resumen en que de celebrarse en este momento las
elecciones autonómicas de Andalucía, el PSOE sería el partido más votado pero
casi empatando con el PP (36,87% y 36,15% respectivamente). Estos recientes
datos no han dejado de causar sorpresa por las comparaciones que se pueden hacer
de este estudio con el que hace seis meses hizo el propio Capdea, en el que el
PSOE sacaba más de cinco puntos al PP, o con el del resultado de las europeas
posteriores en el que la ventaja socialista se elevó a nueve puntos.
En cualquier caso mis dudas y reflexiones son:
-
¿Son estos resultados fiables y
pueden marcar una tendencia?.
-
Supongamos que sí pues no tengo
argumentos para pensar lo contrario: ¿se están tomando las medidas adecuadas
por parte de los responsables del gobierno y del PSOE andaluz para corregirla,
reforzando las decisiones tomadas si se entienden acertadas, o innovando otras
diferentes a las que se han estado tomando para que esta situación de ser real,
si ellos así lo saben, supongan una alternativa de izquierdas a la derecha imperante
en la mayor parte del territorio nacional y se cambie esa tendencia?.
-
Pero si fuéramos desconfiados de
esos resultados por no considerarlos fiables: ¿será entonces el resultado real
mejor para el PSOE y estar cocinadas para que su potencial electorado no se
relaje y se tense ante la expectativa de que sube la derecha?, o bien: ¿podría
ser entonces que el resultado fuera mejor para el PP y se estuvieran
maquillando por el riesgo que pueda suponer conocer que el PP sube haciéndolo
rematadamente mal y agrediendo permanentemente a unos ciudadanos y ciudadanas
perplejos por la inexistente alternativa real?.
Personalmente me inclino por aceptar los resultados como fiables en
este momento y en este contexto, y por ello me planteo: ¿responde esta
tendencia a la posible movilización que en la derecha haya supuesto la
aparición de PODEMOS, como algunos analistas sugieren en el contexto nacional?;
¿no es para reflexionar que la situación sea esta con un candidato del PP,
Juanma Bonilla, que no levanta pasiones ni en la propia derecha y aun criticado
por los suyos las expectativas de su partido mejoran?; ¿los cambios en estos
últimos años en el PSOE andaluz responden realmente a esa necesidad de cambio
que reclaman los ciudadanos de progreso?; ¿los cuadros que gestionan esos
intereses generales en estos momentos se mueven por esa demanda ciudadana y
tienen la capacidad política para poder ejecutarlos y la voluntad de hacerlo?;
como ciudadanos de izquierdas y partidarios de un sistema que defienda el
bienestar general y mejore la redistribución de los recursos para caminar a una
sociedad más igualitaria, democrática y equitativa, quienes así se consideren,
¿seríamos capaces de diferenciar un modelo claro, estructurado y coherente en
la gestión de la Junta de Andalucía y en el PSOE andaluz en relación con las
políticas predominantes neoliberales imperantes con carácter general en el
resto del estado español y en muchos países europeos como respuesta a la famosa
ya crisis financiera?; ¿se está respondiendo
desde los responsables del partido socialista y los del gobierno
andaluz, con propuestas políticas
concretas que intenten dar respuesta a esos retos, a ese cambio que reclaman
silenciosamente miles de ciudadanos y ciudadanas, una nueva forma de hacer
política más ética y coherente con lo que se dice defender?; ¿es posible
recuperar desde esta opción política a miles de ciudadanos cuando algunos ya
hasta han dejado de votarla y han abrazado o abrazan opciones políticas que han
surgido sorpresivamente en el escenario
político andaluz ofreciendo otra forma de hacer política, aún no contrastada en
la acción de gobierno, pero levantando ilusiones y expectativas?; ¿se fuerzan
nuestros dirigentes con sus actitudes en buscar de nuevo la conexión
mayoritaria entre el necesario proyecto socialista y el de los ciudadanos y
ciudadanas como se hizo durante décadas o se está en clave de buscar amoldar los intereses personales a la
situación de declive político para no desparecer de ella aun en un contexto
peor que el actual?... Serían muchas las cuestiones a plantear desde quienes
esperamos algo más a lo que hay, a lo que se ofrece, a lo que se percibe,
intuye o se ve y se oye.
No soy ningún radical y admito que en las opiniones ni todo es blanco
ni negro, pero sí tengo claro que estamos en un momento crítico que precisa del
partido que gobierna y ha gobernado mayoritariamente este territorio andaluz de
decisiones valientes y que no pueden esperar más, por lo que sí pienso que sólo
con frases hechas y victimismo ante el gobierno de España no se recupera un
proyecto socialdemocrata, basado en el interés de la mayoría, y con una crisis
ideológica profunda en estos momentos; estoy convencido que no hay que repudiar
el Ibex35 pero que si por ellos fuera el PSOE tardaría aún más tiempo en gobernar,
por lo que no pueden ni han de ser nuestros principales aliados; reclamo que
para volver a conectar con el ciudadano de la calle hay que hacerlo con
propuestas políticas, con compromisos claros y alcanzables y con ejemplos
éticos en la práctica política de los responsables públicos de izquierda, y eso
no lo dan las patronas de los pueblos y ciudades y sí compromisos éticos y
medidas de control y ejemplaridad en los mismos; intuyo que la ambición por
alcanzar el poder de una nueva generación, con valores y déficits como
cualquier otra, no puede estar en contradicción con la experiencia de quienes
pueden aportar la suya porque la han adquirido con trabajo y honestidad, que
muchos los hay; reclamo la transformación de una organización política a las necesidades
ciudadanas y reclamo renovarla con
transparencia y participación, con regeneración y compromiso, y con un
nivel de exigencia mayor a sus cuadros en relación con sus comportamientos y
beneficios derivados de sus tareas políticas públicas, y sin anteponerla como
la mayor prioridad política del momento, considero que no puede quedar
relegada, y ha de ir haciéndose paralelamente a las propuestas de gestión, pero
no dejarla sin abordar con el argumento de que no es lo que interesa al
ciudadano. Al ciudadano sí interesan organizaciones políticas ejemplares. No
interesan las que no lo son, por lo que para mí sigue siendo una prioridad tras
el empleo o junto a él.
Es bien cierto que la responsabilidad la tiene quien la tiene y es lo
que demando con el ánimo de coincidir más cada día, pero me inquieta la
percepción acomodaticia que se muestra en los dirigentes políticos, las escasas
respuestas a los problemas mayoritarios y la falta de reacción a los retos que
nos atosigan. Hay que ponerse las pilas como se suele decir pues sólo con
poderío esto no está en absoluto ganado y la tendencia puede convertirse
finalmente en una realidad que finalmente nos sorprenda sin saber de dónde nos
ha venido y, os aseguro, que podemos saber perfectamente de dónde nos vendrá.
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