Cádiz, Julio de 2014.- Por Camilo Buendía
Nunca he sido de
los españoles a los que el nacionalismo y los nacionalistas le generaran
sarpullidos. Siempre he sido de los que entendía el hecho diferencial catalán,
vasco y gallego…, y andaluz, y navarro, y valenciano, y extremeño, y castellano,
etc, aun asumiendo que esas tres nacionalidades mencionadas en primer orden,
por simple evidencia histórica, habían avanzado antes que el resto en el
desarrollo de sus culturas y sensibilidades y demandadas sus propias
estructuras políticas en determinados momentos de nuestra historia. Lo
respetaba y lo respeto y siempre lo valoré. También están las lenguas, lo cual
siempre he reconocido como un intangible cultural de esos territorios y de sus
ciudadanos y ciudadanas. Otros no la teníamos y sin embargo hemos ido
recuperando y afianzando nuestra cultura, nuestras costumbres, nuestros valores
de grupo con indisimulado orgullo también a nuestra forma de hablar, a nuestros
dejes, a nuestro influyente dialecto en la lengua materna, hasta ir conformando
un territorio definido y a la vez homogéneo y cada vez más cohesionado como
Andalucía sin necesidad de promoverlo desde el nacionalismo. Del resto de los
territorios siempre entendí y defendí la legitimidad para organizarse también,
aunque no tuvieran un histórico camino recorrido, acercando la gestión al
ciudadano y generando bienestar para sus vecinos.
Sin ser ni mucho
menos nacionalista y en absoluto ingenuo, he procurado entenderlos y he
compartido muchas de sus aspiraciones también como propias y válidas para mi
territorio. Ni la autodeterminación ni el independentismo han estado nunca en
mi agenda de país y sí el diálogo, la lealtad institucional y la colaboración
interadministraciones para crecer como país todos los territorios unidos. Me
ilusionó la España de las autonomías y admitiendo desajustes y duplicidades y
pudiendo haberse agotado ese modelo, con muchos más éxitos que errores, me
parece razonable un debate y análisis de una España federal que vuelva a darnos
un impulso a futuro como país moderno, en desarrollo y cohesionado.
Los catalanes
siempre me dieron una sensación de modernidad, los vascos de laboriosidad y los
gallegos me resultaban muy inteligentes aunque el arquetipo mental, por los
propios tópicos típicos que han ido generando escasos casos, posteriormente
generalizados, y algunas lenguas interesadas y maledicentes, fuera el de lentos
y desconfiados, y el de catalanes y vascos peseteros y terroristas
respectivamente.
Nunca tuve esa
visión negativa ni, por supuesto, como andaluz, la del juerguista, vago y
subsidiado que de nosotros trasladaban los terratenientes y la duradera
dictadura de la época para justificar su trato a nuestra tierra.
Entendía y
comprendía por tanto a relevantes personajes nacionalistas, poco apreciados y
criticados en muchos casos, como Arzalluz y Pujol y les reconocía,
políticamente, por su contribución a la transición y en la Constitución
Española, absteniéndose los primeros, pero sin alejarse ni romper con ella, y
colaborando activamente los segundos. Apreciaba y valoraba el pragmatismo de
ambos en la estabilidad parlamentaria otorgada a gobiernos democráticos
socialistas o populares en situaciones de minoría parlamentaria en aquello que
se denominaba la articulación de los nacionalismos históricos en la gobernanza
de España. Evidentemente que no coincidía en muchas cosas con ellos ni con sus
partidos pero entendía, en el juego democrático, el papel que desempeñaban y
hasta con mis divergencias ideológicas pero democráticas no me cuesta en prenda
admitir que me resultaban personajes válidos políticamente por los que sentía
simpatía dentro de las diferencias. El Honorable Pujol y el árido, claro y
elocuente Arzalluz.
Todo está en estos
momentos girando velozmente y deslabazándose en algunos casos de una forma que
me oprime y me angustia cuando se suceden acontecimientos que desacreditan y/o
deslegitiman esa visión de aquellos momentos y de algunas personas que
contribuyeron a él y al bienestar de hoy. La política, con mejores o peores
personajes sigue su curso. Están ahí múltiples asuntos que abordar: la
corrupción política, la deriva nacionalista, las balanzas fiscales, el
independentismo, el arrivismo de personajes mediocres políticamente con menos
interés en la articulación de un país de todos, y sí interlocutores con sordera
voluntaria que no saben ni escucharse, un gobierno y un partido popular
dispuestos a continuar una humillación que hace tiempo comenzó por puro interés
partidario con el recurso del Estatut, y considero que el propio presidente del
gobierno de entonces, José Luis Rodríguez Zapatero, se equivocó también al
prometer que se aprobaría en el Congreso lo que aprobara al respecto el
parlamento catalán, y también un partido socialista necesitado de incorporarse
a la realidad con una oferta política real que ofrecer, etc. El fallo en su
momento de un tribunal constitucional en una deriva de correa de trasmisión del
Gobierno y la posterior intransigencia de Rajoy a plantear escenarios de
diálogo que vuelvan a engarzar a Cataluña con todos los territorios en un
proyecto común, quebró y dificulta una salida inteligente y práctica y
beneficiosa para la mayoría del país.
Por ello, sin estar
de acuerdo con el independentismo, sin coincidir con una consulta unilateral
por el derecho a decidir, sin admitir la utilización de las balanzas fiscales
para la generación de desigualdades y sí para el reequilibrio de la necesaria
solidaridad territorial, defiendo el valor de la política para la resolución de
los conflictos políticos y no para la generación de nuevos problemas y por
ello:
1.- Como persona
individual admito mi decepción y mi frustración por el reconocimiento de Jordi
Pujol de tener dineros evadidos en cuentas en el extranjero sin declarar y como
ciudadano reclamo, si ha cometido un delito, por muy honorable que haya sido,
que pague por ello.
2.- Me indigna que
estas situaciones contribuyan al descrédito de la política y generen en el
común de los ciudadanos, para ser aprovechado por los contrarios a la
democracia, la percepción de que todos y todo lo relacionado con la política es
así, y lo que no sabemos es porque aún no se ha descubierto. Aunque pueda
entender esa reacción de desconfianza, incredulidad y escepticismo me rebelo
contra ello porque ni es justa ni verdad.
3.- Exijo, como
ciudadano, una inmediata investigación en todos los niveles institucionales
para esclarecer la procedencia y el destino de esos recursos opacos. La
terminación de la misma debiera culminar en un procedimiento contra persona,
personas u organizaciones y personas responsables del delito.
4.- Rechazo
cualquier utilización partidaria y sesgada, alejada de la necesaria y justa
exigencia de dar a conocer a la ciudadanía la proc
La verdadera
política ha de buscar soluciones a largo y no beneficios a corto y me preocupa
que una nueva humillación del contrario con argumentos ajenos al propio debate
cierren en falso un debate real que existe que tiene sus causas y, obviamente,
puede tener consecuencias, y consecuencias graves, y frustre de nuevo y ancle
aún más el poso de desapego existente en muchos ciudadanos y ciudadanas
catalanes sin solución posible al respecto a posteriori.
5.- Muchos
ciudadanos, y yo así lo estimo y pido,
quieren políticos que estén a la altura de los problemas y trabajen en la
solución de los mismos y no en su beneficio. Repudio a aquellos que evitan el
posible desgaste que el mismo, lógicamente, pueda ocasionarle si se implica y
por tanto lo evite o simplemente busque la destrucción del contrario para
supuestamente resolver el problema. Políticos situados de canto y no de frente.
Son tiempos
difíciles para los que defiendo que sigue siendo necesaria la política, una
política honesta, transparente, debatida, clara y leal que aporte soluciones y
trabaje por el interés general. Lo contrario desde mi punto de vista no es la
política que demandamos los ciudadanos y ciudadanas y requiere el país. No es
la política con mayúsculas que tanto escuchamos como la práctica habitual de la
mayoría de los políticos.
En fín, Sí,
Política, soluciones políticas para las personas.
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