martes, 5 de agosto de 2014

Sí, política ...

Cádiz, Julio de 2014.- Por Camilo Buendía

Nunca he sido de los españoles a los que el nacionalismo y los nacionalistas le generaran sarpullidos. Siempre he sido de los que entendía el hecho diferencial catalán, vasco y gallego…, y andaluz, y navarro, y valenciano, y extremeño, y castellano, etc, aun asumiendo que esas tres nacionalidades mencionadas en primer orden, por simple evidencia histórica, habían avanzado antes que el resto en el desarrollo de sus culturas y sensibilidades y demandadas sus propias estructuras políticas en determinados momentos de nuestra historia. Lo respetaba y lo respeto y siempre lo valoré. También están las lenguas, lo cual siempre he reconocido como un intangible cultural de esos territorios y de sus ciudadanos y ciudadanas. Otros no la teníamos y sin embargo hemos ido recuperando y afianzando nuestra cultura, nuestras costumbres, nuestros valores de grupo con indisimulado orgullo también a nuestra forma de hablar, a nuestros dejes, a nuestro influyente dialecto en la lengua materna, hasta ir conformando un territorio definido y a la vez homogéneo y cada vez más cohesionado como Andalucía sin necesidad de promoverlo desde el nacionalismo. Del resto de los territorios siempre entendí y defendí la legitimidad para organizarse también, aunque no tuvieran un histórico camino recorrido, acercando la gestión al ciudadano y generando bienestar para sus vecinos. 
Sin ser ni mucho menos nacionalista y en absoluto ingenuo, he procurado entenderlos y he compartido muchas de sus aspiraciones también como propias y válidas para mi territorio. Ni la autodeterminación ni el independentismo han estado nunca en mi agenda de país y sí el diálogo, la lealtad institucional y la colaboración interadministraciones para crecer como país todos los territorios unidos. Me ilusionó la España de las autonomías y admitiendo desajustes y duplicidades y pudiendo haberse agotado ese modelo, con muchos más éxitos que errores, me parece razonable un debate y análisis de una España federal que vuelva a darnos un impulso a futuro como país moderno, en desarrollo y cohesionado.
Los catalanes siempre me dieron una sensación de modernidad, los vascos de laboriosidad y los gallegos me resultaban muy inteligentes aunque el arquetipo mental, por los propios tópicos típicos que han ido generando escasos casos, posteriormente generalizados, y algunas lenguas interesadas y maledicentes, fuera el de lentos y desconfiados, y el de catalanes y vascos peseteros y terroristas respectivamente. 
Nunca tuve esa visión negativa ni, por supuesto, como andaluz, la del juerguista, vago y subsidiado que de nosotros trasladaban los terratenientes y la duradera dictadura de la época para justificar su trato a nuestra tierra.
Entendía y comprendía por tanto a relevantes personajes nacionalistas, poco apreciados y criticados en muchos casos, como Arzalluz y Pujol y les reconocía, políticamente, por su contribución a la transición y en la Constitución Española, absteniéndose los primeros, pero sin alejarse ni romper con ella, y colaborando activamente los segundos. Apreciaba y valoraba el pragmatismo de ambos en la estabilidad parlamentaria otorgada a gobiernos democráticos socialistas o populares en situaciones de minoría parlamentaria en aquello que se denominaba la articulación de los nacionalismos históricos en la gobernanza de España. Evidentemente que no coincidía en muchas cosas con ellos ni con sus partidos pero entendía, en el juego democrático, el papel que desempeñaban y hasta con mis divergencias ideológicas pero democráticas no me cuesta en prenda admitir que me resultaban personajes válidos políticamente por los que sentía simpatía dentro de las diferencias. El Honorable Pujol y el árido, claro y elocuente Arzalluz.
Todo está en estos momentos girando velozmente y deslabazándose en algunos casos de una forma que me oprime y me angustia cuando se suceden acontecimientos que desacreditan y/o deslegitiman esa visión de aquellos momentos y de algunas personas que contribuyeron a él y al bienestar de hoy. La política, con mejores o peores personajes sigue su curso. Están ahí múltiples asuntos que abordar: la corrupción política, la deriva nacionalista, las balanzas fiscales, el independentismo, el arrivismo de personajes mediocres políticamente con menos interés en la articulación de un país de todos, y sí interlocutores con sordera voluntaria que no saben ni escucharse, un gobierno y un partido popular dispuestos a continuar una humillación que hace tiempo comenzó por puro interés partidario con el recurso del Estatut, y considero que el propio presidente del gobierno de entonces, José Luis Rodríguez Zapatero, se equivocó también al prometer que se aprobaría en el Congreso lo que aprobara al respecto el parlamento catalán, y también un partido socialista necesitado de incorporarse a la realidad con una oferta política real que ofrecer, etc. El fallo en su momento de un tribunal constitucional en una deriva de correa de trasmisión del Gobierno y la posterior intransigencia de Rajoy a plantear escenarios de diálogo que vuelvan a engarzar a Cataluña con todos los territorios en un proyecto común, quebró y dificulta una salida inteligente y práctica y beneficiosa para la mayoría del país.
Por ello, sin estar de acuerdo con el independentismo, sin coincidir con una consulta unilateral por el derecho a decidir, sin admitir la utilización de las balanzas fiscales para la generación de desigualdades y sí para el reequilibrio de la necesaria solidaridad territorial, defiendo el valor de la política para la resolución de los conflictos políticos y no para la generación de nuevos problemas y por ello:
1.- Como persona individual admito mi decepción y mi frustración por el reconocimiento de Jordi Pujol de tener dineros evadidos en cuentas en el extranjero sin declarar y como ciudadano reclamo, si ha cometido un delito, por muy honorable que haya sido, que pague por ello.
2.- Me indigna que estas situaciones contribuyan al descrédito de la política y generen en el común de los ciudadanos, para ser aprovechado por los contrarios a la democracia, la percepción de que todos y todo lo relacionado con la política es así, y lo que no sabemos es porque aún no se ha descubierto. Aunque pueda entender esa reacción de desconfianza, incredulidad y escepticismo me rebelo contra ello porque ni es justa ni verdad.
3.- Exijo, como ciudadano, una inmediata investigación en todos los niveles institucionales para esclarecer la procedencia y el destino de esos recursos opacos. La terminación de la misma debiera culminar en un procedimiento contra persona, personas u organizaciones y personas responsables del delito.
4.- Rechazo cualquier utilización partidaria y sesgada, alejada de la necesaria y justa exigencia de dar a conocer a la ciudadanía la proc
edencia y el destino de esos fondos y los culpables de que eso haya podido ser así, tendente a conseguir réditos políticos inmediatos y ventajismo en los debates políticos existentes,  utilizando un delito individual si lo es, para la anulación del adversario político o su aniquilación global.
La verdadera política ha de buscar soluciones a largo y no beneficios a corto y me preocupa que una nueva humillación del contrario con argumentos ajenos al propio debate cierren en falso un debate real que existe que tiene sus causas y, obviamente, puede tener consecuencias, y consecuencias graves, y frustre de nuevo y ancle aún más el poso de desapego existente en muchos ciudadanos y ciudadanas catalanes sin solución posible al respecto a posteriori.
5.- Muchos ciudadanos, y yo así lo estimo y pido,  quieren políticos que estén a la altura de los problemas y trabajen en la solución de los mismos y no en su beneficio. Repudio a aquellos que evitan el posible desgaste que el mismo, lógicamente, pueda ocasionarle si se implica y por tanto lo evite o simplemente busque la destrucción del contrario para supuestamente resolver el problema. Políticos situados de canto y no de frente.

Son tiempos difíciles para los que defiendo que sigue siendo necesaria la política, una política honesta, transparente, debatida, clara y leal que aporte soluciones y trabaje por el interés general. Lo contrario desde mi punto de vista no es la política que demandamos los ciudadanos y ciudadanas y requiere el país. No es la política con mayúsculas que tanto escuchamos como la práctica habitual de la mayoría de los políticos.

En fín, Sí, Política, soluciones políticas para las personas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario